Los cinco saharauis a los que el Ministerio del Interior ha  admitido a trámite la solicitud de asilo aseguraron ayer, pocas horas después de  ser liberados, que si finalmente el Gobierno español deporta a los otros ocho a  Marruecos «los matarán». Todos afirman haber participado en las protestas del  campamento Gdeim Izik y haber estado escondidos en el desierto desde entonces,  huyendo de la represión marroquí. En la embarcación que llegó a Fuerteventura,  viajaban 32 personas, 22 solicitaron asilo, pero el Frente Polisario sólo ha  reconocido como saharauis a 13 de ellos.
 Dos meses escondidos en el desierto, 17 horas de viaje en una  patera y algo más de una semana internados en el Centro de Internamiento para  Extranjeros (CIE) de El Matorral tuvieron como recompensa para cinco de los 32  viajeros de la embarcación, que llegó a Playa Blanca el pasado 5 de enero, la  puesta en libertad y la admisión a trámite de la solicitud de asilo. Ahora,  deberán esperar, si finalmente les es concedido, un periodo que podría alargarse  un año y medio. Mientras, podrán circular por el territorio nacional.
 A media tarde del viernes, los cinco jóvenes fueron traslados desde  El Matorral a las dependencias policiales de Puerto del Rosario. Allí, se les  comunicó que quedaban en libertad y se les entregó una autorización provisional  como solicitantes de protección internacional. Dos de ellos han sido acogidos  por familiares residentes en Fuerteventura. Los otros tres se alojan en una casa  de acogida, gestionada por la Cruz Roja.
 En Playa Blanca, cerca del lugar al que llegaron hace diez días,  recuerdan el horror que vivieron durante los disturbios en el desmantelamiento  del campamento Gdeim Izik el pasado mes de noviembre, la protesta más importante  llevada a cabo por saharauis tras la descolonización del Sáhara Occidental en  1975.
 Afirman haber visto cómo entraba la Policía a las cinco y media de  la mañana con porras y pistolas mientras quemaban las jaimas con mujeres y niños  en el interior. «Se llevaron los cadáveres para enterrarlos y no se ha sabido  nada de ellos», reconoce Abdelgani Kabdana, un activo miembro del Frente  Polisario que permaneció desde 2007 a 2009 en la Cárcel Negra de El Aaiún por  alzar la bandera saharaui. Hace unos días, pagó 500 euros y no dudó en arriesgar  su vida en el mar antes de volver a ser prisionero marroquí.
 A su lado, Kamal Bahaha enseña algunos moretones en la cabeza y en  el abdomen, como ejemplos de la barbarie que dice haber vivido durante este  tiempo. No oculta su felicidad ya que ha podido hablar con su mujer en El Aaiún.  Al igual que sus compañeros de viaje, recuerda la represión padecida por sus  familiares por no querer desvelar dónde se encontraba escondido. «A mi hijo de  15 años le cortaron medio dedo y mi esposa, al ver cómo la Policía invadía  nuestro hogar, perdió el bebé que esperaba», explica mientras añade que «en el  hospital se negaban a atenderla por ser saharaui». Lejos de aquello, intentarán  comenzar una nueva vida. De momento, permanecerán en la isla, aunque quieren  llegar a Madrid, donde seguir luchando por la causa saharaui.
 Preocupación
 Mariam, la madre que se trasladó a Fuerteventura tras conocer que  su hijo Abdslam viajaba en la embarcación, no oculta su preocupación al saber  que no ha sido puesto en libertad. De nuevo, ha hecho un llamamiento a las  autoridades españolas: «Si vuelve a Marruecos lo matarán o lo desaparecerán y no  lo volveré a ver». Mañana comenzará el reexamen de los informes del resto de los  solicitantes de asilo.
 PUERTO DEL ROSARIO (FUERTEVENTURA)
 Los cinco saharauis a los que el Ministerio del Interior ha  admitido a trámite la solicitud de asilo aseguraron ayer, pocas horas después de  ser liberados, que si finalmente el Gobierno español deporta a los otros ocho a  Marruecos «los matarán». Todos afirman haber participado en las protestas del  campamento Gdeim Izik y haber estado escondidos en el desierto desde entonces,  huyendo de la represión marroquí. En la embarcación que llegó a Fuerteventura,  viajaban 32 personas, 22 solicitaron asilo, pero el Frente Polisario sólo ha  reconocido como saharauis a 13 de ellos.
 Dos meses escondidos en el desierto, 17 horas de viaje en una  patera y algo más de una semana internados en el Centro de Internamiento para  Extranjeros (CIE) de El Matorral tuvieron como recompensa para cinco de los 32  viajeros de la embarcación, que llegó a Playa Blanca el pasado 5 de enero, la  puesta en libertad y la admisión a trámite de la solicitud de asilo. Ahora,  deberán esperar, si finalmente les es concedido, un periodo que podría alargarse  un año y medio. Mientras, podrán circular por el territorio nacional.
 A media tarde del viernes, los cinco jóvenes fueron traslados desde  El Matorral a las dependencias policiales de Puerto del Rosario. Allí, se les  comunicó que quedaban en libertad y se les entregó una autorización provisional  como solicitantes de protección internacional. Dos de ellos han sido acogidos  por familiares residentes en Fuerteventura. Los otros tres se alojan en una casa  de acogida, gestionada por la Cruz Roja.
 En Playa Blanca, cerca del lugar al que llegaron hace diez días,  recuerdan el horror que vivieron durante los disturbios en el desmantelamiento  del campamento Gdeim Izik el pasado mes de noviembre, la protesta más importante  llevada a cabo por saharauis tras la descolonización del Sáhara Occidental en  1975.
 Afirman haber visto cómo entraba la Policía a las cinco y media de  la mañana con porras y pistolas mientras quemaban las jaimas con mujeres y niños  en el interior. «Se llevaron los cadáveres para enterrarlos y no se ha sabido  nada de ellos», reconoce Abdelgani Kabdana, un activo miembro del Frente  Polisario que permaneció desde 2007 a 2009 en la Cárcel Negra de El Aaiún por  alzar la bandera saharaui. Hace unos días, pagó 500 euros y no dudó en arriesgar  su vida en el mar antes de volver a ser prisionero marroquí.
 A su lado, Kamal Bahaha enseña algunos moretones en la cabeza y en  el abdomen, como ejemplos de la barbarie que dice haber vivido durante este  tiempo. No oculta su felicidad ya que ha podido hablar con su mujer en El Aaiún.  Al igual que sus compañeros de viaje, recuerda la represión padecida por sus  familiares por no querer desvelar dónde se encontraba escondido. «A mi hijo de  15 años le cortaron medio dedo y mi esposa, al ver cómo la Policía invadía  nuestro hogar, perdió el bebé que esperaba», explica mientras añade que «en el  hospital se negaban a atenderla por ser saharaui». Lejos de aquello, intentarán  comenzar una nueva vida. De momento, permanecerán en la isla, aunque quieren  llegar a Madrid, donde seguir luchando por la causa saharaui.
 Preocupación
 Mariam, la madre que se trasladó a Fuerteventura tras conocer que  su hijo Abdslam viajaba en la embarcación, no oculta su preocupación al saber  que no ha sido puesto en libertad. De nuevo, ha hecho un llamamiento a las  autoridades españolas: «Si vuelve a Marruecos lo matarán o lo desaparecerán y no  lo volveré a ver». Mañana comenzará el reexamen de los informes del resto de los  solicitantes de asilo.
Fuente ABC
Fuente ABC
 
 
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